La vitamina D es un compuesto soluble en grasa que se encuentra en el aceite de hígado de bacalao y alimentos enriquecidos con vitamina D. Pequeñas cantidades de esta vitamina se pueden encontrar también en las yemas del huevo y mantequilla. Sin embargo, la mayor parte de la vitamina D en el organismo se produce durante una reacción química que empieza al exponer la piel a la luz solar.

La principal función de la vitamina D es de mantener los niveles de calcio en la sangre produciendo una efectiva absorción proveniente de los alimentos y evitando la pérdida de esta por la orina. Ambas funciones mantienen al calcio en el organismo y almacenado en los huesos. Cuando es necesario, la vitamina D transfiere calcio de los huesos a la corriente sanguínea, función que podria afectar al sistema óseo. Aunque la actividad en general de la vitamina D en el sistema óseo es muy complicada, la presencia de vitamina D es necesaria para mantener los huesos y dientes sanos.

La vitamina D tiene una función fisiológica en el sitema inmune y formación de células sanguíneas. También, esta ayuda a las células a “diferenciarse”, un proceso que puede reducir el riesgo de la degeneración celular. En estudios con animales y humanos, investigadores han planteado la hipótesis de que la vitamina D puede proteger a las personas de una serie de deficiencias autoinmunes.

La vitamina D también es necesaria para mantener los niveles adecuados de insulina en la sangre. Se han encontrado receptores de vitamina D en el páncreas donde se produce la insulina y evidencia preliminar indica que esta puede aumentar la secreción de insulina en algunas personas promoviendo así el control de glucosa en la sangre.